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¿Es el Metal Extremo Satánico? Por favor, es más complejo que eso.

A ver, seamos honestos. Si nunca te has metido de lleno en el metal extremo y solo te quedas con lo que ves en las portadas de los discos, los logos ilegibles y las noticias que salían en la tele hace décadas, es normal que pienses que todo esto va de adorar a Satanás. Durante años, se nos ha vendido la imagen del metalero satánico que quema iglesias y se ríe del mundo, pero esa es una caricatura. Te lo digo yo, que he pasado incontables horas devorando discos de death metal, black metal y grindcore: la cosa es mucho más profunda, matizada y, francamente, fascinante. La pregunta de si el metal extremo es satánico es un mito que, a estas alturas, ya debería estar más que enterrado.

La Provocación como Bandera: Una Herencia de los Pioneros

Claro que no podemos negar la evidencia. La estética satánica es omnipresente. Tienes portadas con pentagramas invertidos, figuras demoníacas, rituales oscuros, nombres de bandas como Deicide o Behemoth y letras que hablan de demonios y blasfemia. Pero hay que entender el contexto de por qué surgió todo esto.

Cuando bandas como Venom y su álbum de 1982, «Black Metal», empezaron a usar estos símbolos, no lo hacían para montar una iglesia. Al contrario. El heavy metal clásico de la época era muy de fantasía, de espadas y dragones, y estos tíos querían ser lo opuesto: crudos, oscuros y, sobre todo, peligrosos. Usar la imagen de Satanás no era un acto de fe, era el acto de rebeldía definitivo, la forma más rápida de decirle a la sociedad que jugaban en otra liga. Era, y sigue siendo, una forma de provocación. Querían asustar, incomodar y crear su propio espacio fuera de las normas establecidas. Para ellos, Satanás era la figura perfecta para encarnar esa oposición.

Satanás, el Filósofo y el Símbolo de la Rebelión

Aquí es donde entra el matiz más importante, y es algo que los que estamos dentro de esto entendemos perfectamente. La mayoría de las bandas de metal extremo que usan el simbolismo satánico no son satánicas teístas, es decir, no creen en Satanás como una figura real y no lo adoran. Su relación con el diablo es puramente filosófica.

Para estas bandas, Satanás es un símbolo. Es la encarnación del individualismo, el antiteísmo y la rebeldía contra los dogmas religiosos y las instituciones. Es la figura que se atrevió a desafiar la tiranía de Dios, y en esa idea, muchos artistas encuentran un eco de su propia lucha. Bandas como Deicide, aunque sus letras sean explícitas, se centran más en el odio a la religión organizada que en la adoración. Su líder, Glen Benton, ha dicho en entrevistas que su satanismo es una crítica a la religión cristiana, no un credo.

Claro que hubo excepciones, y ahí es donde el mito se hizo más fuerte. La escena noruega de black metal de los 90, con figuras como Varg Vikernes de Burzum, sí tuvo lazos con un satanismo teísta, y los lamentables incendios de iglesias mancharon la imagen de todo el género. Pero, como sabemos, esa fue una minoría radical que no representa a la inmensa mayoría de las bandas, que usan la estética como una forma de arte y de expresión.

El Arte Extremo: Un Espejo de lo Oscuro

Más allá de cualquier ideología, la estética del metal extremo es un reflejo de la condición humana. Los subgéneros como el death metal y el grindcore se centran en temas como la muerte, la violencia, el gore y el horror. Bandas como Cannibal Corpse, cuyos álbumes han sido censurados por sus portadas y letras, no son un manual de doctrina, sino una forma de terror artístico. Sus letras son tan exageradas que resultan casi cómicas. Es como ver una película de terror: el disfrute no viene de la brutalidad en sí, sino de la experiencia de explorar lo prohibido en un entorno seguro. Es una forma de catarsis.

El metal extremo, en su esencia, nos ayuda a procesar la rabia, el miedo, la frustración y la impotencia que sentimos. La furia de la música es un desahogo. La estética oscura es el lenguaje que usan para hablar de esos temas. En lugar de negarlos, los abrazan y los convierten en arte. Es una forma de encontrar belleza en la oscuridad y de empoderarse en la diferencia.

Así que la próxima vez que alguien te diga que el metal extremo es satánico, le puedes responder con conocimiento de causa. Es un género complejo, lleno de matices filosóficos y artísticos, que usa un lenguaje visual y lírico para provocar y hacer pensar. Es un grito de rebelión, no una oración. Y eso, para mí, es mucho más honesto e interesante que cualquier cliché.

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